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Facebook ha muerto

2021. Una sociedad que ha superado el consumismo y el despilfarro, donde la información verdadera pasa a ser de dudosa reputación y escandalosa. Se mantiene el recuerdo de sucesos que cambiaron radicalmente la historia, se cuenta que antes existieron plataformas de comunicación en formato digital llamadas redes sociales que mantenían a todos conectados pero también cumplía los caprichos y las ambiciones de los más poderosos; aquí las personas del común publicaban su ego en el pedestal más alto, en una era muy diferente a la de hoy en día.

Se hacía mucho dinero con la información propia, se intercambiaban pensamientos y opiniones sin ponerlas en evidencia con la realidad. Cuentan también que las gentes que hoy conocemos como mendigos digitales fueron parte importante de un cambio que aún no sabemos si fue para bien o para mal. Después de lo sucedido aquella noche a ningún profesional de las comunicaciones le quedan ganas de seguir en dicho sector, pues temen ser perseguidos por quienes provocaron la destrucción de un negocio multimillonario.

Facebook fue la primera ficha del dominó (y la más pesada). Así como Twitter pudo derrocar dictadores en la segunda década del 2000, esta red pudo levantar capitalistas que provocaron la ira y el descontento subversivo  de quienes hoy en día siguen ajusticiando a culpables e inocentes por igual. Este sistema comenzó a perder credibilidad a costa del miedo y las persecuciones, nadie creyó ni en la seguridad ni en la privacidad ofrecida y así ya no hubo más fans, no hubo más likes, todo comenzó a desaparecer: dinero, empleos, presupuestos y hasta personas.

Ahora todos parecen olvidarse unos a otros o al menos conservan sus relaciones básicas sin aparentar, y es que ya no hay que creer en mentiras ni en amarillismo porque el mundo ha dejado de ser global, ya nada es sorprendente y la vida prácticamente retrocedió varios siglos. Quizá en estos momentos nuestra única oportunidad sea crear una sociedad digital libre y diferente.